La producción agroalimentaria argentina es una de las tres primeras del mundo, junto con Estados Unidos y Brasil; y es la primera del sistema global, comparable incluso con la estadounidense, en términos de integración productiva y similares niveles de incremento de la productividad, desde la producción primaria, atravesando la agroindustria, y culminando con el ecosistema Bioceres, paradigma de los extraordinarios avances tecnológicos y científicos que la caracterizan.
El componente fundamental de la extraordinaria productividad del sistema agroalimentario argentino no es la ventaja comparativa de sus tierras –la excepcional Pampa Húmeda, la mejor superficie de labrantía del mundo, junto con las “Tierras Negras” de Rusia-, sino el cambio tecnológico y organizativo experimentado en las últimas dos décadas, encabezado por la “siembra directa” y las semillas transgénicas.
Esta es una novedad fundamental de la estructura económica del país en 2019 respecto a la situación de colapso político y económico de 2001 en términos productivos y de capacidad de generar dólares y atraer inversiones. La Argentina se ubica hoy en un escalón superior de fortaleza política, económica y organizativa en lo que hace a su ubicación en el mundo, según informaron desde Clarín y en Canal Rural.
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