Los parques eólicos marinos, inversiones de gran escala cuya rentabilidad depende de la constancia del viento durante décadas, enfrentan un desafío inesperado. La evidencia de que estos parques pueden robar energía eólica a otros, incluso a largas distancias, ya ha provocado disputas en el Reino Unido y amenaza con generar tensiones entre España y Portugal.
El creciente efecto sombra entre parques marinos podría restar hasta un 10‑20 % de producción a los proyectos gallegos. No es algo baladí, pues 19 iniciativas que suman más de 10 000 MW y prometen miles de empleos están solicitadas ante el Ministerio de Transición Ecológica. Moncloa quiere lanzar la primera subasta en 2025 y la éolica marina es uno de los sectores claves para la reindustrialización de Galicia.
Un desarrollo que puede verse lastrado por las últimas investigaciones que describen un efecto estela —la ralentización del viento tras cada turbina— que vas mucho más allá de lo previsto. Se extiende decenas de kilómetros y, en casos extremos, reduce la velocidad del aire hasta un 20%, mermando la producción de los parques situados a sotavento.
El motivo es que las turbinas son cada vez más grandes para captar más energía, pero un rotor mayor genera una estela más amplia. Si no se ajustan las guías de planificación a estas nuevas escalas, el “robo de viento” –término coloquial aunque impreciso, pues el viento no es de nadie y es de todos, de ahí que haya una regulación pública– podría convertirse en una barrera económica seria para que se concreten las inversiones prometidas.
Hay que tener en cuenta que los promotores eólicos necesitan décadas de producción constante para obtener algo de beneficio. Si los estudios empiezan a probar que algunos parques pueden perder un porcentaje notable de su producción debido a la proximidad con los molinos de otros competidores, no todos los emplazamientos podrían resultar rentables.
Los profesores Pablo Ouro (Universidad de Mánchester) y Eirik Finserås (Universidad de Bergen) señalan en una investigación publicada por la BBC al hilo de la rápida expansión de la eólica marina en el Reino Unido que losdatos empíricos empiezan a permitir comprobar lo que antes solo era una sospecha teórica. También se ha publicado recientemente un estudio sobre el impacto de Block Island Wind Farm, el primer parque eólico marino de Estados Unidos que apunta en la misma dirección.
En el Mar del Norte y el Báltico, donde confluyen gran número de proyectos, el abogado noruego Eirik Finserås vislumbra disputas no solo entre consorcios nacionales, sino también entre estados. El “efecto estela” de un parque en Noruega podría mermar la producción de otro en Dinamarca, sostiene, abriendo la puerta a litigios y a una “carrera hacia el mar” por las zonas de mejor viento, con el riesgo de descuidar la protección del ecosistema marino.
Al respecto, hay que tener en cuenta que uno de los polígonos eólicos previstos por el Ministerio de Transición Ecológica está pegado a las aguas soberanas de Portugal. La proximidad del NOR‑1 (frente a Illas Cíes) a las aguas lusas podría generar un choque de intereses con los portugueses.
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