José Raúl Mulino acaba de asumir como presidente de Panamá para los próximos cinco años. Al mandatario le esperan grandes desafíos, como impulsar prontamente una solución a la crisis de agua que compromete la futura operación del canal interoceánico, y culminar el cierre de una mina de cobre que generó las mayores protestas en décadas en Panamá y cuyo cese de operación a fines del año pasado, además de impactar una economía que se contraería en 2024, dejó expuesto al país a posibles demandas arbitrales cuantiosas.
Sobre la mina de la empresa canadiense First Quantum Minerals situada en una zona al norte del país, Mulino dijo que ordenará una “estricta” auditoría ambiental para conocer la verdad sobre el estado del lugar, sus alrededores, ríos, fauna y flora y los posibles peligros que representa. Agregó que el plan que anunció tras ganar las elecciones de abrir para luego cerrar definitivamente “dependerá del resultado de ese estudio ambiental”. “Tendremos que enfrentar duros retos”, admitió el flamante presidente panameño. “Recibimos una economía seriamente afectada. No sólo perdimos parcialmente el grado de inversión, también perdimos miles de empleos y la confianza de invertir en nuestro país”, sostuvo.
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