Tras la COP, se inicia el camino institucional para abandonar los combustibles fósiles. Cómo lograrlo es la pregunta y la bioeconomía tiene las respuestas.
La vigésima octava edición de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), más conocida como Conferencia de las Partes (COP), que finalizó el pasado 13 de diciembre en Dubái (Emiratos Árabes Unidos), culminó con un histórico acuerdo por el cual 198 países se han comprometido a iniciar la transición desde los combustibles fósiles hacia las energías renovables, a fin de alcanzar la neutralidad de emisiones al 2050 y con ello intentar mitigar los efectos del cambio climático.
Ante tamaño desafío, surge la pregunta sobre cómo lograrlo. Para lo cual, la respuesta radica en un modelo productivo que puede cumplir con creces lo acordado. Su nombre se conoce como Bioeconomía y en la Argentina contribuye con más del 16% al PIB a partir de la ejecución exitosa de un conjunto de iniciativas en el marco de un enfoque unificado.
La Bioeconomía implica la utilización intensiva del conocimiento científico-tecnológico basado en los principios, procesos y recursos naturales renovables de origen biológico (en particular, la biomasa que se define como la materia orgánica proveniente de la naturaleza a partir de las plantas, los animales y demás organismos e incluso sus desechos, para ser utilizados como fuentes de energía sostenibles y renovables), con el fin de obtener bienes y servicios de manera sostenible en todos los sectores de la economía.
Ahora bien, si ponemos en práctica todo el potencial bioeconómico que nuestro país puede expresar, no caben dudas que podremos afrontar los desafíos que conlleva lo acordado en la COP28, ya que la Argentina cuenta con una abundante dotación de recursos naturales, recursos humanos calificados y un fuerte sector agrobioindustrial.
Fuente: El Economista
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