La movilidad en el planeta durante la pandemia del coronavirus se ha reducido a una escala sin precedentes, dos palabras que se repiten demasiado desde hace semanas. El transporte por carretera había caído de media en el mundo un 50% a finales de marzo respecto al mismo periodo del año anterior y el tráfico aéreo era un 60% inferior, como destaca un reciente informe de la Agencia Internacional de la Energía (AIE). Estos dos sectores son los principales clientes del petróleo y los confinamientos para evitar la propagación del coronavirus han llevado a un descenso global del 5% en la demanda de este combustible fósil en el primer trimestre del año. Pero los precios bajos del crudo y del gas natural ―con caídas nunca vistas en varias décadas e incluso entrando puntualmente en negativo, como en el caso del barril Texas, de referencia en EE UU― hacen temer un efecto rebote cuando terminen esos confinamientos que relancen el uso de estos combustibles y que, colateralmente, esto pueda suponer un freno a las energías limpias.
“Es inevitable que se ralentice el desarrollo de las renovables a corto plazo, pero la tendencia es bastante clara: creo que va seguir creciendo con fuerza una vez haya pasado lo peor de la covid-19″, opina David Robinson, economista y miembro del Instituto de Estudios Energéticos de Oxford. “En el corto plazo, este año, puede haber una ralentización de los proyectos nuevos porque no será fácil cerrar todos los procesos con bancos y abogados en estas condiciones”, coincide Angus McCrone, analista de BloombergNEF. La crisis sanitaria ya ha reducido la previsión de nuevas instalaciones eólicas en un 12% este año y la solar entre un 6% y un 11%. Pero el informe de la AIE resaltaba que mientras el petróleo, el gas y el carbón han vivido considerables caídas en la demanda durante las primeras fases de la pandemia, las renovables han mantenido el tipo, han registrado incluso un incremento de la demanda en el mundo y han eclipsado a otras tecnologías de generación como la nuclear en un país tan dependiente de los reactores como Francia.
La media decena de analistas y actores relevantes del sector consultados por EL PAÍS coinciden en que si se produce un frenazo a la expansión de las renovables será, en todo caso, temporal; pasajero: “En el medio y en el largo, en cuanto las cosas vuelvan a la normalidad, los proyectos renovables seguirán y las inversiones volverán a retomar su camino anterior de crecimiento. Son, de largo, mucho más competitivas”, añade McCrone. “Hemos vivido una ralentización de la construcción de instalaciones durante las últimas semanas, pero se han reanudado y se está acelerando para cumplir con los objetivos”, explica Rafael González, director general de Energías Renovables de Endesa. Esta compañía eléctrica, de hecho, está estudiando cómo acelerar sus planes de inversión en energías limpias. “Las renovables pueden ser un motor de la reactivación de la actividad económica”.
“Nosotros analizamos y nos guiamos por megatendencias a la hora de invertir, no por coyunturas”, explica Carlos Sallé, director de Políticas Energéticas y Cambio Climático de Iberdrola. “La caída del precio del petróleo es coyuntural y, sin embargo, la megatendencia es que mercados financieros y las instituciones dicen que hay que apostar por la economía verde”, añade Sallé. “Poner la energía limpia en el centro de los planes de estímulo es una estrategia excelente para revitalizar las economías”, decía a finales de abril Fatih Birol, director ejecutivo de la AIE, un organismo dependiente de la OCDE y que durante años ha sido acusado de velar principalmente por los intereses de las energías fósiles. Esta agencia tiene previsto presentar en un junio un informe especial sobre las oportunidades de generación de empleo e inversiones que ofrece la transformación de la matriz.
Elegir esa puerta verde para salir de la crisis es un mensaje que se repite en las declaraciones públicas de instituciones como la OCDE, la ONU o el Banco Mundial y de dirigentes como la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, o la canciller alemana, Angela Merkel. La consultora de riesgos Eurasia apunta a que los Gobiernos en Europa, en China y, sobre todo, en Japón y Corea del Sur pueden poner en marcha “estímulos verdes a gran escala para apoyar a la industria local y asegurar el futuro de sus economías”. Ya hay un precedente, recuerdan desde esta consultora con sede en Nueva York: tras la crisis financiera de 2008 varios países europeos y China utilizaron los programas de estímulo para impulsar las renovables, “allanando el camino para que la solar y la eólica fuesen mucho más baratas en la siguiente década de lo que preveían muchos analistas”.
Gran descenso en el coste de generación
En el caso de Europa, la Comisión ha dejado ya claro que no pretende renunciar al Pacto Verde y que las inversiones en renovables, movilidad eléctrica y rehabilitación de edificaciones son las líneas prioritarias para el plan de estímulo de 1,6 billones de euros diseñado para los próximos meses. En EE UU, apuntan los técnicos de Eurasia, todo está a expensas de lo que ocurra en las elecciones de noviembre, en las que una victoria del demócrata Joe Biden podría llevar a una mayor inversión pública en tecnologías verdes, como en tiempos de Barack Obama. Si sigue Donald Trump, sin embargo, las renovables seguirán teniendo un camino repleto de obstáculos. Pese a todo y pese a Trump, muchos Estados dentro de EE UU han seguido apostando fuerte por las renovables en los últimos años. Detrás hay motivaciones políticas y de conciencia medioambiental, pero también de pura y dura competitividad.
“El coste de las renovables ha caído muy significativamente en los últimos años y hoy ya está entre las formas de generación más competitivas”, explica Dale Tan, de la consultora Bernstein. A pesar de la caída coyuntural del petróleo, esta situación parece que se mantendrá. En el caso de la eólica y la solar, explica Tan, “la relación ya no es tanto entre la electricidad y el precio del petróleo, sino entre la electricidad y el precio gas natural licuado”, que llevaba tiempo a la baja antes de la pandemia y en el que el coronavirus ha provocado, si acaso, un ligero repunte en su cotización por el cierre de instalaciones de bombeo de crudo (ambos van de la mano). En muchos casos las renovables también lo están batiendo: “Por lo menos en Europa, es muy difícil que el gas compita con las renovables en el sector eléctrico”, apunta Robinson. “El gas natural está cubriendo sobre todo las puntas de demanda, pero en situación normal está siendo desplazado por las renovables”, añade este analista del Instituto de Estudios Energéticos de Oxford.
La solar y la eólica instalada en el mundo se ha multiplicado, según los datos de Tan, por cuatro en la última década. Y, “manteniendo el ritmo con el desarrollo de la capacidad global”, el coste de generación ha caído a un ritmo anual de alrededor del 20% en el caso de la solar, en el 10% en el de la eólica terrestre y en el 7% en el de la eólica marina, apunta Tan. “El coste de los mejores proyectos de solar y eólica está en 30 dólares por MWh y caerá por debajo de los 20 en 2030, cuando una década atrás estaba en 300 en el caso de la fotovoltaica y en 100 en el de la eólica”, añade. “Y todavía hay muchas innovaciones por salir que bajarán aún más estos costes”, abunda Tifenn Brandily, de BloombergNEF.
Las centrales de ciclo combinado, las que queman gas natural, están consideradas ahora como una tecnología de respaldo para las renovables, que siguen dependiendo de las condiciones meteorológicas para producir electricidad. Pero, como resalta González, de Endesa, el coste de las baterías para el almacenamiento de electricidad también está cayendo y empiezan a seguir el mismo camino de las tecnologías solar y fotovoltaica. Además, cada vez parece más clara la apuesta del Ejecutivo comunitario por los sistemas basados en una combinación de renovables e hidrógeno para solventar el problema del almacenamiento de electricidad a gran escala.
Aparentemente, el sector automovilístico es en el que más incidencia podría tener la caída del precio del petróleo. Pero el camino hacia la electrificación parece de no retorno. “Incluso si el precio de la gasolina cayese aún más, es improbable que alterase el sentido económico de los vehículos eléctricos frente a los de combustión interna. Dada la elevada fiscalidad, los consumidores apenas se benefician de unos precios del petróleo más bajos”, destacan la consultora Eurasia. E incluso si el precio del crudo permanece a estos niveles durante mucho más tiempo, “el coste de las baterías seguirá bajando, mejorando la viabilidad de la movilidad eléctrica y comiéndose parte de la demanda de gasolina”. Robinson añade un aspecto más, el regulatorio: “La industria del automóvil tiene, además, obligaciones de limitar sus emisiones y estas obligaciones son cada vez más exigentes”, lo que, de nuevo, da ventaja a los motores eléctricos frente a los de combustión. “Puede tener un impacto a corto plazo, pero no a largo”, cierra el economista. Fuente: El País