El mundo está en plena transformación y la agroindustria argentina deberá ser rápida de reflejos si quiere mantenerse bien parada en un mercado global cada vez más exigente. Ese es el mensaje que quedó latente tras el panel dedicado a “la bioeconomía como estrategia para reposicionar la sustentabilidad de la soja” en el Congreso Mercosoja que fue moderado por Sebastián Senesi, de la Fauba.
Allí Miguel Taboada, director del Instituto de Suelos del INTA, mencionó a la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de 2015 en París como un hito de esta transformación mundial que afecta directamente a nuestro país, porque desde entonces todos los países están obligados a encarar acciones concretas para mitigar el cambio climático. “Los mercados nos exigen cada vez más en este sentido, la Argentina está en la lupa”, afirmó Taboada.
Poco antes, la productora santafesina y expresidenta de Aapresid María Beatriz Giraudo había repasado las ventajas que generaron en el sistema productivo local los 30 años de siembra directa, sobre todo en la reducción de la erosión del suelo, pero reconoció que ahora hace falta motorizar otro “cambio rotundo de paradigma”: “El modelo tiene que arrancar por un análisis del impacto social y ambiental para luego centrarse en la necesaria rentabilidad económica”, destacó.
Luego, poniendo el foco en la etapa de industrialización de los granos, afirmó que hoy el sector productivo está ante la posibilidad de redireccionar el gran flujo de biomasa gracias a la llamada bioeconomía. “Nos da la posibilidad de ‘descomoditizarnos’ un poco, el abanico de oportunidades que nos da es ilimitado”, dijo.
¿De qué se trata la bioeconomía? El encargado de ilustrarlo fue Claudio Dunan, director de Estrategia de Bioceres, quien comenzó afirmando que “hoy en la producción de biomasa el conocimiento reemplaza a la superficie”. Es decir que ya no hace falta crecer en área sembrada, sino aplicar neuronas a las que ya se cultivan. En ese sentido, Dunan planteó un futuro con creación de múltiples “bioparques” en el interior del país, es decir, centros tecnológicos centrados en una economía circular que una al campo, la industria y la ciudad. “La biomasa que no sea utilizada como alimentos podrá ser direccionada a la producción de biomateriales, energía, electricidad… Siempre midiendo el impacto ambiental y social”, describió el empresario, y agregó: “Es una economía de desarrollo porque vamos a colaborar en la reducción de emisiones de gases, mitigar el cambio climático y sumar una alternativa a la economía granaria”. Según expresaron en Clarín.