Ante la urgencia, cada vez más acusada, de emprender acciones climáticas de calado, un nuevo análisis realizado por la Agencia Internacional de Energías Renovables (IRENA, por sus siglas en inglés) concluye que, con la ampliación del uso de las energías renovables, en combinación con la electrificación, se podrían lograr más de tres cuartas partes de las reducciones de emisiones relacionadas con la energía necesarias para cumplir los objetivos climáticos.
Según la última edición de la publicación de IRENA Transformación energética mundial: hoja de ruta hasta 2050, presentada hoy en el Diálogo de Berlín sobre la Transición Energética, existen vías para satisfacer el 86 por ciento de la demanda mundial de electricidad con energías renovables. La electricidad supondría la mitad de la combinación mundial de fuentes de energía. El suministro eléctrico mundial se duplicaría con creces durante este período y, en buena medida, se generaría a partir de energías renovables, fundamentalmente de la solar fotovoltaica (solar FV) y la eólica.
“La carrera para garantizar un futuro climático seguro se encuentra en una fase decisiva”, afirmó el Director General de IRENA, Francesco La Camera. “Las energías renovables representan la solución más eficaz, y una ya existente, para revertir la tendencia al alza de las emisiones de CO2. Con la suma de las energías renovables y una electrificación más exhaustiva, es posible obtener más del 75 por ciento de la reducción requerida de emisiones relacionadas con la energía”.
Además, si se acelera la transición en consonancia con la hoja de ruta hasta 2050, la economía mundial podría generar un ahorro acumulado de hasta 160 billones de dólares americanos en los próximos 30 años en costes evitados en materia de salud, subsidios relacionados con la energía y daños climáticos. Cada dólar destinado a la transición energética se amortizaría hasta 7 veces. La economía mundial registraría un crecimiento del 2,5 por ciento en 2050. Sin embargo, los daños climáticos pueden generar importantes pérdidas socioeconómicas.
“La transición hacia las energías renovables es lógica desde el punto de vista económico”, añadió La Camera. “A mitad de siglo, la economía mundial habría crecido y los empleos creados en el sector energético impulsarían el empleo mundial en un 0,2 por ciento”. Unas políticas que fomentasen una transición justa, equitativa e inclusiva podrían potenciar al máximo los beneficios para los distintos países, regiones y comunidades. Además, también se aceleraría la consecución de un acceso asequible y universal a la energía. La transformación energética mundial va más allá de una transformación del sector energético. Es una transformación de nuestras economías y sociedades”.
No obstante, el informe alerta de que las acciones se retrasan. Mientras que las emisiones de CO2 relacionadas con la energía han seguido creciendo a una media del 1 por ciento anual en los últimos cinco años, para cumplir los objetivos climáticos mundiales, sería necesario reducir las emisiones un 70 por ciento por debajo de su nivel actual de aquí a 2050. Esto pasa por elevar sustancialmente el nivel nacional de ambición y por unos objetivos climáticos y de energías renovables más agresivos.
La hoja de ruta de IRENA recomienda que la política nacional se centre en estrategias a largo plazo de cero emisiones. Asimismo, destaca la necesidad de impulsar y aprovechar la innovación sistémica, lo que incluye el fomento de sistemas energéticos más inteligentes por medio de la digitalización y el acoplamiento de los sectores de uso final, en particular de la calefacción, la refrigeración y el transporte, a través de una mayor electrificación, promoviendo la descentralización y diseñando redes eléctricas flexibles.
“La transformación energética está adquiriendo impulso, pero hay que acelerarla aún más”, concluyó La Camera. “La Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas y la revisión de los compromisos climáticos nacionales adquiridos en el marco del Acuerdo de París constituyen hitos para elevar el nivel de ambición. Es vital que se emprendan acciones urgentes sobre el terreno a todos los niveles y, más concretamente, que se desbloqueen las inversiones necesarias para intensificar el impulso de esta transformación energética. La rapidez y el liderazgo con visión de futuro serán dos elementos críticos: el mundo de 2050 depende de las decisiones energéticas que tomemos hoy”.
Fuente: Prensa.
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